Los Románov

A la una de la mañana del 17 de julio de 1918, el que fuera zar de Rusia, Nicolás II, la zarina Alejandra, sus cinco hijos y cuatro sirvientes, incluido el médico, fueron llevados al sótano de la mansión en los Urales en la que estaban recluidos y un grupo de revolucionarios los masacraron y los quemaron. 

La brutal escena sigue fascinándonos hoy y el misterio rodea a los cuerpos, que pasaron la mayor parte de la centuria en dos tumbas sin marcar, de las que nadie sabía la ubicación excepto los dirigentes soviéticos. En 1979 unos historiadores aficionados encontraron los restos de parte de la familia y en 1991, tras el derrumbe de la URSS, se confirmaron sus identidades mediante pruebas de ADN. Los dos niños Romanov que quedaban se encontraron en 2007 y pasaron pruebas científicas similares, pero sorprendentemente la Iglesia Ortodoxa rusa cuestionó la validez de las comprobaciones. En vez de volver a enterrarlos, los cuerpos de los pequeños Alexei y María fueron almacenados en los archivos del estado hasta 2015, cuando fueron examinados de nuevo.

 

 

Según relata la escritora Helen Rappaport en “The last days of the Romanovs”, la zarina se dio cuenta de que allí no había sillas, necesarias para una pose oficial, y de que los guardias se situaban bloqueando las puertas. En realidad, según cuenta también Rappaport en “Las hermanas Romanov”, la familia imperial llevaba los meses de junio y julio preparándose para esto. Nicolás II se situó en el centro de la habitación, junto a él la Zarina (que se sentó en una silla traída a propósito pues padecía de ciática), detrás de ella sus hijas Olga, Tatiana y María, y a su derecha su hijo Alexey. Anastasia se situó también a la derecha de su madre, altiva y desafiante ante la guardia bolchevique. Las ventanas del sótano habían sido especial y cuidadosamente cerradas, para camuflar los sonidos de los disparos. La familia imperial rusa había sido despertada a las 2h 25′ de la madrugada. La tensa situación se prolongó durante una hora.

En la habitación contigua los guardias y ejecutores se repartían cigarrillos, nervios y las armas. Eran 5, sus nombres: Ermakov, Nikulin, Kudrin, Mevdeved y el ya nombrado Yurovsky, quien en el instante definitivo ordeno que un vehículo Fiat arrancara el motor y comenzara a rodear la casa. En el momento de entrar en el sótano, con las armas preparadas. Al abrir la puerta, el Zar se dirigió a Yurovsky y le dijo: “¿Qué vais a hacer ahora con nosotros”, a lo que este replicó con la lectura del comunicado del Soviet de los Urales que les condenaba a muerte. Nicolás quedó anonadado y solo acertó a decir: ¿Cómo, qué, no le entiendo, puede repetirlo?.

 Yakov Yurovsky sacó su revolver y disparó varias veces sobre el Zar y seguidamente Ermakov descargó su fusil sobre la zarina Alejandra. Tras el tiroteo la estancia se llenó de humo, vómitos y orines, lo que hizo que los guardias rojos tuvieran que salir una y otra vez. Mientras tanto, completamente bebido, Ermakov intentaba acabar a bayonetazos con las archiduquesas, que se habían refugiado malheridas, en las sombrías esquinas. La lóbrega estancia estaba solo iluminada por una fría bombilla. A través del humo y la invisibilidad, Yurovsky fue buscando los cuerpos de las jóvenes para realizar los disparos finales sobre ellas. El último en morir fue el zarévich, más como consecuencia de la hemofilia, que de los desorganizados disparos y bayonetazos del grupo de guardias. El horror duró exactamente 20 minutos. Los Romanov fueron abatidos junto con sus criados. Fue León Trotsky el responsable último de la ejecución.

En 1979 se encontraron unas tumbas cerca de Ekaterimburgo, pero el hallazgo se mantuvo en secreto hasta después de la caída de la URSS

En 1979, un par de historiadores aficionados encontraron unas tumbas cerca de Ekaterimburgo, pero el hallazgo se mantuvo en secreto hasta después de la caída de la Unión Soviética. Entonces, en 1991, se exhumaron los restos de nueve personas, que después se analizaron y se identificaron como Nicolás, Alejandra, Olga, Tatiana, Anastasia y sus cuatro sirvientes. En 1998, los restos de la familia fueron enterrados en San Petersburgo, en la catedral de San Pedro y San Pablo, el lugar de sepultura tradicional de los zares. En el año 2000, la Iglesia rusa ortodoxa canonizó a Nicolás, Alejandra y sus cinco hijos como "portadores de la pasión", y en Gánina Yama (el primer lugar donde los bolcheviques intentaron deshacerse de los cadáveres) la Iglesia ortodoxa rusa levantó un monasterio; en 2003 se consagró la Iglesia de la Sangre Derramada en Ekaterimburgo, en el lugar que antaño había ocupado la casa Ipatiev. Por último, en 2007 se hallaron los restos de Alexei y María, que se identificaron gracias al análisis de su ADN.

Se dice que las familias cuyos miembros están muy unidos a veces se aíslan del mundo exterior, y ese fue el caso de los Romanov. Su ensimismamiento les impidió percibir el peligro que les acechaba, pero su amor los fortaleció y el hecho de estar juntos hizo más llevadero su cautiverio hasta su terrible final.

¿Qué hay de cierto en los rumores de que la gran duquesa Anastasia fue la única de la familia imperial rusa que sobrevivió?

Al no encontrarse su cuerpo, los rumores seguían vivos con el paso de los años.  De esta manera, surgieron diferentes jóvenes que afirmaron ser la pequeña de los Romanov.

La más famosa fue Anna Anderson. En 1922, en Alemania, afirmó ser la gran duquesa y aseguró que sobrevivió al ataque y un guardia le ayudó a escapar. Sin embargo, Anderson nunca logró demostrar que realmente se trataba de Anastasia.

Miembros de la familia del zar no coincidían: algunos pensaban que sí era la verdadera Anastasia, pero otros no la creían. Esto supuso la batalla legal más larga de la historia de Alemania, ya que el juicio se inició en 1938 y terminó en 1970.

El fallo de la sentencia decía que Anderson no había aportado suficientes pruebas para demostrar que era la gran duquesa, pero que tampoco se podía confirmar que la muerte de Anastasia era un hecho probado.

A lo largo de los años, tras la muerte de Anderson en 1984, se siguieron realizando pruebas. Se encontraron muestras de ADN en un pañuelo que perteneció a Anna Anderson y se confirmó que no se trataba de la hija de Nicolás II.Además, se comparó su ADN con el de familias de una lista de desaparecidos entre 1918 y 1920, se concluyó que realmente se trataba de Franziska Schanzkowska y nació en Polonia en 1896. Franziska desapareció en 1920 tras perder la memoria trabajando en una fábrica en Berlín. Se cree que, al conocer la historia de Anastasia, asumió su vida como propia.Además, descubrimientos recientes eliminaron cualquier tipo de duda. En 2007 se encontraron los restos de dos hijos del zar, cuyo ADN mitocondrial coincidía con el de la zarina y las tres hijas encontradas en 1991.

Para asegurar que estos restos eran de la familia imperial rusa, los investigadores cotejaron el ADN mitocondrial de la zarina y sus hijos con los del Duque de Edimburgo, consorte de la Reina Isabel de Inglaterra, ya que es el nieto de la hermana de la zarina.

Con todas estas averiguaciones se acaba con el mito de si la gran duquesa Anastasia sobrevivió, tal y como se creía en la cultura popular.

 

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